La definición del término competencia no es
simple; aún así, recientemente he leído varias publicaciones de diversa
naturaleza, desde resultados de estudios económicos y sociales, hasta artículos
de opinión, en donde se hace referencia recurrente a las competencias que los
jóvenes y adultos deben desarrollar para lograr éxito en un entorno, cada vez
más cambiante y más incierto. Sin embargo, a pesar de que celebro la creciente
atención que están recibiendo las competencias en la academia y en las empresas
– y por ende, en la transición entre la primera y las segundas –, me inquieta ver
la (¿poca?) atención que se les está prestando a estudiantes y profesores frente
a este tema.
En otras palabras, ¿qué piensan los profesores
y los estudiantes acerca de la necesidad de aprender competencias?, ¿cuáles son
sus temores y cuáles son sus motivaciones para hacerlo o no?, ¿y cómo podemos
apoyar este proceso? Recuerdo de mis años de universitario que la mayor preocupación
mía era la de adquirir los conocimientos y competencias técnicas que me
brindaba la academia; y también recuerdo que nunca tuve una preocupación explícita
por desarrollar las competencias socioemocionales o blandas que hoy se mencionan
tanto y que, la vida laboral, me ha mostrado como requerimientos para ser
exitoso, y para sobrellevar los retos que el entorno laboral me ha planteado.
Es así como, tanto la experiencia laboral como
la experiencia académica que he tenido hasta ahora, me siguen planteando estas
preguntas. Y es quizás mi interés por procurar una transición exitosa desde la
academia a los entornos laborales, y por establecer vínculos entre ambos, lo que
me ha llevado a indagar directamente a estudiantes y profesores universitarios
en Colombia acerca de estos temas. Los resultados son inquietantes.
Mientras que los estudiantes reconocen diversos
intereses en términos del desarrollo de competencias, pasando desde las competencias
técnicas, las socioemocionales y relacionales (por ejemplo la comunicación y la
empatía), y las competencias sociales (que han sido más notorias en estudiantes
de universidades públicas y que se vinculan con el entendimiento de las
realidades sociales y con la proyección de cómo los conocimientos técnicos
deben apoyar el desarrollo de la comunidad y de la sociedad en general), muchos
de los profesores con los que he hablado mantienen una postura tradicional
frente a las mismas, considerándolas como una instrumentalización de la
educación al servicio de las empresas.
Esta postura de los profesores, así como su
desencuentro parcial con las necesidades y expectativas de los estudiantes
mismos, y de la sociedad en general, supone un reto para los entes administradores
y gubernamentales encargados de plantear políticas públicas educativas. Supone,
sin lugar a dudas, ampliar el campo de análisis, y profundizar con mayor rigor
en las necesidades y expectativas de los profesores con relación a asumir activamente
el desarrollo de las competencias, técnicas, socioemocionales y sociales, de
sus estudiantes, abarcando no sólo su comprensión frente al tema, sino también las competencias que ellos mismos deben desarrollar para facilitar su desarrollo en sus estudiantes.
También es un llamado de atención para las organizaciones
en virtud de generar más espacios de acercamiento entre la academia y la
empresa, no sólo a través de programas de practicantes universitarios, sino de
programas integrales del desarrollo del talento joven, proyectos de investigación
e innovación cofinanciados y codirigidos, y la vinculación de académicos
(profesores y consultores) en la búsqueda de soluciones a problemas del entorno
laboral. Sin duda, la implementación de este tipo de acciones permitirá que los profesores amplíen su concepción acerca de lo que implica el desarrollo de las competencias, pero también permitirá que los estudiantes se preparen para afrontar los retos del mundo laboral, incluso desde antes de terminar la Universidad. El desarrollo de personas y sus competencias tiene una fuerte tradición empresarial; por ello, las organizaciones han desarrollados estrategias de desarrollo que podrían también ser aplicables a entornos educativos, impulsando así una preparación más completa de sus estudiantes.
De igual manera, este tipo de iniciativas y proyectos compartidos beneficiará a las organizaciones, al poder contar con profesionales preparados integralmente para afrontar los retos técnicos, humanos y sociales del mercado; beneficiará a la innovación, al pasar de ser meros consumidores de los adelantos hechos en otros lugares del mundo, a ser productores de conocimiento teórico y aplicado y, por supuesto, beneficiará al crecimiento de una economía diversa en donde podamos exportar ideas y técnicas, así como hacer más eficientes nuestras propias prácticas.
Tenemos mucho por hacer, así que... ¡Manos a la obra!
Algunos links que hacen mención al tema:
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