martes, 17 de febrero de 2015

Uno de los aportes del Coaching Educativo a la formación docente.

En los últimos días he estado buscando información acerca de cuáles son los objetivos del sistema educativo colombiano, y me encontré con la Ley 115 de Febrero 8 de 1994 por la cual se expide la Ley General de Educación.


De acuerdo con el artículo 5 de esta Ley y de conformidad con el artículo 67 de la Constitución Política de Colombia, uno de los fines de la educación es "El pleno desarrollo de la personalidad sin más limitaciones que las que le imponen los derechos de los demás y el orden jurídico, dentro de un proceso de formación integral, física, psíquica, intelectual, moral, espiritual, social, afectiva, ética, cívica y demás valores humanos". 

Entonces, ¿qué tipo de formación y competencias requieren nuestros docentes para cumplir con este fin de la educación en lo especialmente relacionado con la formación social, afectiva y cívica de los estudiantes? ¿Qué oferta formativa existe en la actualidad para suplir estas necesidades? Pero sobretodo, ¿Cuál es la concepción que tienen los profesores de sus estudiantes y qué responsabilidad toman en el desarrollo de sus áreas sociales, afectivas y cívicas?

Una de las principales razones que nos ha motivado a construir y facilitar el Taller de Coaching Educativo se relaciona precisamente con desafiar y resignificar las creencias que tienen los maestros frente a quiénes son sus estudiantes, así como a cuál es su rol y responsabilidad como educadores, llevándolos a participar en espacios de reflexión en donde, a partir de indagación, exploración de conceptos y desarrollo de habilidades propias del Coaching, los participantes dan un nuevo significado a su rol como educadores y como facilitadores del aprendizaje.

El desarrollo de las habilidades propias del Coaching por parte de profesores y maestros, ha implicado un redimensionamiento de su responsabilidad en el proceso formativo y en el proceso de crecimiento integral de sus estudiantes, es decir, no solo enfocado en el desarrollo del intelecto, sino de las emociones, motivaciones y afectos que nos constituyen como seres humanos integrales mucho más conscientes y sensibles a las realidades sociales, económicas y culturales en las que vivimos.

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